miércoles, 23 de octubre de 2013

Mi reporte del Wild Duluth 100k...perdón, solo 50k.



“Si la meta es ver cuánto se puede aguantar, tenemos que probarnos. En ocasiones no obtendremos los resultados esperados, pero aprenderemos mucho de la experiencia”

El Wild Duluth Races 100k, 50k y 21k, es un evento realizado en la ciudad de Duluth, esto es en la parte más al norte del estado de Minnesota. Se corre en el Superior Hiking Trail. Este trillo recorre las partes más alta y los riscos de la ciudad, proporcionando unas vistas espectaculares del puerto y el rio San Luis, sobre todo de noche cuando puedes ver toda la ciudad encendida debajo.



Vista de la ciudad dede un punto de la ruta.
  Según la información que pudimos obtener al leer la página oficial, la carrera está considerada como la más dura del medio oeste de los Estados Unidos por la complicada altimetría, las rocas, las raíces, los riachuelos y en general por todo el terreno. Toda esa información parece la pusieron después que ya habíamos hecho la carrera, o sencillamente el virus que tiene mi computadora, que además me sigue inscribiendo en las distancias más largas que ve en los eventos, prefirió hacer como que no lo vio o no entendió del todo. Todo lo que les pueda decir de la dificultad de la ruta creo será poco. Pero así como dura y extrema, increíblemente impresionante, atractiva (para locos…como yo) y gratificante de hacer.



 Ya que Juan Carlos Albelo iba a participar en esta carrera, y motivado principalmente por visitar a mi hijo, decido ir a correr. Todo a pesar de que vine un poco herido, muscularmente, del último evento un mes previo a este. También a pesar de las recomendaciones de Luima y Nicolás que no veían con buenos ojos que lo hiciera.
 Nicolás sabía mejor que nadie por qué lo decía. Él es el encargado de arreglar mis piernas y darme las terapias que fueron necesarias para tratar de hacerlo. Que debo confesar, tuve que dejar de correr las últimas dos semanas antes del evento. Yo lo quise hacer para probar ciertas cosas e ir aprendiendo un poco más de lo que puedo hacer físicamente.

Pese a lo difícil de la ruta, lo que más nos estaba preocupando era el clima y era lo novedoso para nosotros en esta carrera. El pronóstico era de entre cero y cinco grados Celsius durante toda la carrera, lloviznas y nieve. Además de correr la primera hora y media oscuros y todas las hora finales, que podían ser desde dos a seis, dependiendo cómo nos fuera. Al final el tema clima no fue problema, a mí me gusta el frio, pero además se controla con ropa. Eso sí, esta vez corrí con la mayor cantidad de ropa que jamás haya corrido.

Resguardados antes de ir a la salida. Juna Carlos a la derecha.

Ya a las 6:00 a.m. estamos en el Bayfront Festival Park en la línea de salida, junto a otros sesenta y dos corredores que se atrevieron a correr los 100k. La mayoría de Minnesota y muy pocos de otros lugares bien cercados y tenían que haber dos dominicanitos. Nos deseamos suerte y a correr se ha dicho.

 Los primeros cinco kilómetros que te llevan a la primera mesa de abastecimiento son en ascenso. Se corre entre montes, calles y casas, que permiten entrar en calor, ya que se puede correr bastante bien, aunque esforzadamente por la subida, cosa que hizo que me calentara y sudara y cometiera un pequeño error.

Vista desde el Bayfront Festival Park, hacia donde queda la primera mesa de abastecimiento.

Cuando llegué a la mesa decido quitarme el abrigo y los guantes, porque entiendo estoy muy caliente y así no voy a aguantar, pero no sabía que ahora íbamos para abajo y ya entramos al verdadero monte para no volver a salir, además, adivinen qué, comenzó a llover.
Ya dentro del monte estamos en lo que de verdad vinimos a vivir. Ya el trillo comienza a decir cómo será, y era más y mejor de lo que esperábamos.
 Está todavía oscuro y la guía eran las tiras fluorescentes que marcaban la ruta. Cosa que entre enfocar hacia abajo para poder ver el camino, solo pequeños reflejos que podíamos ver de vez en cuando a lo lejos cuando levantábamos la mirada era lo que nos guiaba. Yo sigo muy concentrado viendo mi piso y los reflejos lejanos, cuando de repente me doy cuenta que lo que se reflejó fueron los ojos de un venado. No sé cuál de los dos corrió más rápido en dirección contraria, pero yo no le iba a preguntar a qué velocidad él iba, seguí juyendo para el otro lado, que por suerte era el camino correcto.
 Pasado ese susto, ya estoy corriendo muy bien aunque me voy enfriando mucho, de repente comienzo a oír y sentir como que me están echando granitos de arena en la gorra. Sonaba algo parecido, pero entre la media oscuridad y el foco, no podía darme cuenta qué era, ¡ESTA GRANIZANDO! Pensé que era lo que faltaba, que comenzaran a caer piedras del cielo y nos rompieran la cabeza. Por suerte solo duró como un minuto y eran muy pequeñitas las bolitas blancas.
 Cuando llegué a la base de la montaña ya las manos estaban congeladas y sentía mucho frio, paré para ponerme de nuevo el abrigo y los guantes. No me los volví a quitar hasta que llegué a mi hotel.

 Abrigado y ya con la luz del sol, todo el esplendor del bosque en que estamos se deja ver, pero también toda su dificultad. Corríamos sobre hojas que cubrían todo el piso, el cual podía tener debajo raíces o piedras que te hicieran ….¡YA ME FUI DE BOCA! Primera caída. Como les decía, te podías caer, también habían muchos puentecitos de dos tablas sobre lugares que el trillo era incómodo. La dificultad es que mojadas eran sumamente resbalosas. Riachuelos que cruzar, por suerte no te llegabas a mojar los pies pasando por las rocas. Pero la mayor dificultad de terreno definitivamente era lo mucho que había que subir y bajar, y por lo general cuando se coronaban muchas de las montañas eran rocas, es decir una gran roca resbalosa.
 Ya pasada la segunda mesa de abastecimiento siento la primera mala señal del día. En una que otra bajada siento un puyón en la rodilla derecha. Yo sabía y esperaba que algo iba a explotar en mis piernas en esta carrera, pero no esperaba que fuera tan temprano. Mientras tanto, trato de no hacerle mucho caso y corro, pero se va repitiendo y ya comienzo a pensar en alternativas. Una era pedir algún tipo de cinta pegante en la próxima mesa de abastecimiento para amarrar la banda iliotibial, que entiendo es la responsable del dolor (no sé nada por seguro, eso lo dirá una resonancia magnética), pero para esto tengo que llegar a esa mesa y cada vez que tengo que bajar el dolor es mayor por lo que opto por caminar las bajadas.
 Cuando llego a la tercera mesa pido la cinta y todos se desviven por ayudarme y atenderme. Son de las cosas lindas de estos eventos. Mientras, ya han aparecido tres tipos diferentes de cintas y estamos prestos a operar….digo ponerlas, una señora me dice que si prefiero una rodillera que ella me está mostrando, que se la devuelva Andy (el José Reyes, digo, organizador de la carrera) en la meta. ¡DIOS, LLEGARON LOS REYES EN OCTUBRE!, “¡CLARO QUE Sí!” me la puse más rápido que de carrera, bueno, me la pusieron, me pusieron los tenis, me los amarraron, me sirvieron agua, refrescos, galletas, etc. Les repito, me encantan estas carreras.


 De esa mesa salí corriendo como un niño que le acaban de dejar los reyes a probar su nuevo juguete, pero la alegría duró poco, unos cuantos metros había que doblar a la derecha en el lodge de esquíes de Spirit Mountain. Cuando vi la montaña que tenía que subir, me pregunté que por qué no estaban funcionando las sillitas del teleférico que llevan al tope de la montaña para montarme en una de ellas, total, corríamos por debajo de ellas. La suerte es que no tuvimos que llegar hasta el tope, se doblaba a la izquierda en una parte y trillo con nosotros de nuevo. Pero es aquí que me doy cuenta de mi triste realidad. Aun cuando podía correr algo mejor, el dolor no se eliminó. Solo llevo unos 21 kilómetros y será muy cuesta arriba hacer otros 80k en esta o peor condición.
No pasó mucho más tiempo cuando me doy cuenta que para bajar tengo que buscar maneras de lado para hacerlo sin dolor, y en planos (si es que habían algunos metros) no daba cuatro pasos cuando se intensificaba el dolor. En uno que conseguí correr algo, resbalé en una roca y me doblé como todo un contorsionista la cadera antes de caer al piso. En subidas no dolía, pero las subidas eran escaldas o muros que de cualquier manera no se podían correr todas.
 Caminé lo más pronto que pude, traté de correr lo más que pude, casi nada, por las siguientes seis o siete horas. Mientras caminaba, no quería abandonar la carrera y seguía buscando maneras de terminar, pero las matemáticas se ponían en mi contra cada paso que no corría. Nueve horas para llegar a la mitad de la carrera o sería cortado y caminando sabía no lo lograría. Pero dentro de mí había una mayor angustia, vine a correr no a caminar, a tratar con todo de terminar pero con un cuerpo que me lo permitiera.
 Viendo el camino que estaba recorriendo y sabiendo que tenía que volver por el mismo, me daba cuenta que en mi condición no serían nueve horas de regreso, serían mucho más, y que las paredes que tendría que subir y bajar en la oscuridad de la noche, con temperaturas heladas y solo, no era muy recomendable.

 Ya casi sabiendo mi triste destino, rrrinnnggggg, rrrinnngggg, ¡Ajá!, ¿A quién se le ocurre estarme llamando en estos momentos? En estas carreras es recomendable andar con un celular, así como otras cosas, pero la intención es nunca usarlo, ya que sería solo en una emergencia. Pero me digo, total, estoy caminado, déjame ver quién llama, tal vez es mi hijo. “¿¡Weendyyyy, qué haces llamando a una persona que está en el medio de una carrera!?” Fue lo primero que le dije. Pero hablar un rato sirvió para botar un poco de frustración. De paso, ya que saqué el celular de la mochila aprovecho y tiro una foto del lugar tan precioso por el que ando.


Eso hice por el resto del camino, disfrutar el lugar donde me encontraba, animar a los corredores que me pasaban o ya venían de regreso. Tuve la oportunidad de saludar a un puerco espín que estaba animando a los corredores. Nunca imaginé que son tan grandes. Se subió a su árbol cuando me acercaba, parece le di mala espina.

 Llegué a la marca de los 50k y punto de retorno a las nueve horas y tenían que cortarme. Sé que era lo más recomendable, además de la regla de la carrera, debí haber llegado a este punto varias horas antes, pero en esta ocasión no pudo ser. También me doy cuenta que Juan Carlos nunca me ha pasado, por lo que entiendo será cortado, pero luego me dijo que se salió en el kilómetro cuarenta y cuatro.

 Estoy triste por no haber terminado lo que comencé, un poco frustrado con mi cuerpo aunque sin mucha razón, ya que le quise imponer algo cuando no debí, pero vencido no me siento.

 Esta experiencia sirve de mucho. Desde ya estoy trabajando en cosas que saco de ella y que me llevarán a lograr cosas que tengo planeadas para el futuro.

 Una caída no puede ser lo que impida que llegue a mi meta.

Luego de la carrera mi hijo me invitó a cenar a un lugar donde esta placa estaba en la mesa. Creo me quería subir el ánimo. Ya verán la placa en mi vehículo.

JLM

4 comentarios:

  1. Hola Jose Luis, todo lo que hacemos pasa a formar parte de un paquete de experiencias que luego nos seràn utiles para realizar otras metas. Descansa y recuperate que es todavia mas importante que entrenarse en este momento. Un abrazo y suerte en todas tus aventuras. En marzo 2014 preparate para los 100 kms del Caribe y a finales de abril los 100 km del Sahara. Te espero. Mariluz Vinas

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  2. Hola, José Luís! Nunca derrotado! Me encantan tus escritos, casi vivI tus pisadas, y viví tu dolor. Ustedes dos son unos campeones! Un fuerte abrazo! Nadia

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  3. Felicidades! Muy buen escrito. Inspirador, humano, real.
    Juan Carlos Ditren

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