miércoles, 17 de febrero de 2016

Black Canyon 100k...toda una sorpresa.



"Cuando quieres ver algo de una manera, se borra la realidad"

Desde que vi los detalles en la página web de la Black Canyon 100k por primera vez, interpreté una carrera, terreno y demografía........cuando viví la Black Canyon 100k, dije que me habían engañado.

Vine convencido de que el gráfico que pusieron en la página y todo lo que decían fue un engaño. De hecho, no solo yo lo decía, muchos otros que estuvieron en la carrera y en algún punto la abandonaron, decían lo mismo.
Mi tarea era demostrarlo. Para eso tengo mi recorrido grabado en el Garmin, que sería la primera prueba cuando compare los gráficos.

La investigación no llegó muy lejos. Cuando de verdad me senté a estudiar bien el gráfico de la página, me dí cuenta que fue lo mismo que viví, y si leo correctamente como lo describen, era la realidad.
Sencillamente quise ver una cosa y eso vi. Pero ver mal las cosas se refleja en algo mucho más importante. Esa equivocación me hizo entrenar mal, bueno, al menos entrené en el terreno equivocado, no que hiciera un mal entrenamiento, pero escoger mal el terreno en estas carreras sí tiene su efecto.

Les cuento lo que vivimos.

Esta carrera se celebra en el desierto de Arizona y si de algo estábamos seguros, era que no habría sombra en ninguna parte del recorrido y que el clima sería seco. Esto fue así.

Más o menos 8:00 a.m. y pueden darse cuenta de lo que se iba a vivir.

La temperatura se pronosticaba entre seis grados celcius y casi los treinta grados. Esto también se cumplió. Estaba fresco para nosotros los latinos al comienzo, pero era solo comenzar a correr que necesitamos para entrar en temperatura.
El tema para mí, seguía siendo cómo manejaría lo seco del clima con esas temperaturas, yo una persona que suda tanto, pero en la humedad de nuestro país.



Yo disfruto estas carreras desde el momento que pongo en mi mente que voy a ellas. Disfruto el nuevo reto, las diferencias, compartir con otros corredores, conocer, experimentar, etc. Debido a esto me mantengo informado y leyendo sobre el tema, por lo que conozco corredores antes de en realidad encontrarme con ellos en persona. Para mí son super estrellas, pero lo bonito de este deporte, es que ellos son igual que nosotros, personas de carne y hueso, humildes, super sencillos y amantes de estas cosas como lo somos todos.
Conversando con Amy Sproston (primer lugar femenino).

En esta ocasión y en cuestión de una hora, antes de comenzar la carrera, ya me había encontrado con tres super humanos, y el solo hecho de cruzar unas palabras con ellos y/o verlos me habían hecho el día.
Estar al lado, saludar y conversar en la salida con una leyenda como Hal Koerner. Creo mi cara lo dice todo.

Salimos a correr, y como "YO CREÍA" que los primeros casi sesenta kilómetros eran relativamente planos y cómodos de correr, salí casi a mi paso de maratón. Van pasando los kilómetros y lo primero que comentamos Luis y yo es que es bastante ondulado el terreno, además vamos sintiendo que es sobre piedras que vamos corriendo, esto se soporta por un rato, pero ya cuando es casi los cien kilómetros, la historia es otra.
Arrancamos los dominicanos. Luis Blanco y yo.

Avanzada la carrera ya comienzo a palpar lo que es correr en clima seco. No voy sudando, o mojado vamos a decir, pero voy sintiendo la sal pegada en la piel. Esto hacía que me ardieran los ojos y las piernas. Por suerte se pasaban cuatro veces un río, cosa que aprovechaba para bañarme.
La otra cosa diferente era lo reseca que sentía la garganta. Nunca la había sentido así. Esto por lo menos hacía que bebiera mucho más, que es bueno. Sabíamos que íbamos a enfrentar estas cosas y para eso se hizo un protocolo de alimentación y bebida, que creo bebí mucho más de lo que pensé y además consumí muco más sales de lo planeado, sin embargo, ya para el kilómetro cuarenta comenzaba a sentir indicios de calambres en las piernas. Entiendan, yo NUNCA me he acalambrado corriendo. Pero siempre hay una primera vez. No llegué a tener un calambre total en ningún músculo, pero si anduve en la cuerda floja por casi sesenta kilómetros. Solo para que entiendan la condición les cuento dos ejemplos. En una ocasión se me desamarró un zapato y no podía amarrarlo porque tratando se me quería encoger cualquier músculo de las piernas, solo por doblarme.
Cuando llegué al primer cruce de río hice casi un clavado, esto ocasionó que la quadricep izquierdo se encogiera.



¿Alguno de ustedes ha leído "Nacidos para Correr" (Born to Run)?
Si no lo han leído, al menos muchos han escuchado hablar de los indios Tarahumara.
Mientras estábamos en el gimnasio esperando para ir a la línea de salida vi uno de ellos. Cuando yo iba creo por el kilómetro cuarenta tres, este ejemplo de corredor me pasó por el lado, tan suave y tranquilo al correr como describe el autor del libro. Yo me preguntaba por qué estaba detrás de mi. Luego supe que él estaba en la carrera de 60k, que salió un poco más tarde. Pero lo agradable de la sorpresa no quedó ahí, y es por esto que les menciono el libro, era Arnulfo Quimare.

Hasta la mesa del kilómetro cuarenta y tanto, todo iba exacto o mejor que los tiempos les había predicho a mi equipo de soporte, pero lo que no sabíamos era que las sorpresas que YO no quise ver en la descripción de la carrera venían ahora.

Todo bien hasta aquí. 

Para la mesa de abastecimiento y meta de la carrera de 60k, ya todos los pronostico se habían dañando por creo casi dos horas. No es que me sentía mal, pero sencillamente el terreno me hizo trabajar más de lo anticipado y esperado. Aparecieron cinco montañas que no tenía en presupuesto. No me mal entiendan, las disfruto igual, pero no las esperaba. Tal vez porque me cambiaron un poco el plan mental, hizo que cometiera un error estúpido en ese abastecimiento. Me dijeron lo que faltaba hasta el próximo avituallamiento y yo sí sabía que ahora venía la parte más dura de la carrera y aún así no me llevé mi lampara para la noche.


Cambio de tenis, como, bebo, pero no me llevo la lámpara.

Este era el tramo más duro y largo entre avituallamientos, unos veinte y tantos kilómetros. Me terminé todo el líquido que llevaba, eso les dice lo mucho que estaba bebiendo, NUNCA me he tomado 40 onzas de líquido en ese tiempo. El otro tema, y más preocupante, fue darme cuenta que en media hora iba a oscurecer totalmente y me faltaban unas millas para llegar al avituallamiento y que no iba a poder lograr llegar con luz del sol. Trataba y aceleraba y me maltrataba más las piernas y pies con las rocas, pero sabía que no iba a lograrlo. En este afán recordé que le había pasado a un corredor y si cometí una estupidez al no tomar la lampara, al menos en este momento tomé una decisión inteligente. Lo esperé y le pregunté si él llevaba consigo su lámpara y por suerte la tenía. Por unas dos millas estuve detrás de él, que definitivamente me salvó de pasar un muy mal rato.



Ya llegamos a la mesa de los ochenta kilómetros, todo está oscuro, las temperaturas han bajado, a esta mesa se llega cansado pero contento porque definitivamente ya lo peor ha pasado, además, comer, beber y conversar con los voluntarios, Davianty y José María por un rato hace que los ánimos y el espíritu se renueven. También creo que me gusta correr mucho de noche en las montañas y trillos, ahora en el desierto.
Acabado de llegar a los 80k.

No hubieron percances, no vi ninguno de los animales que no quería ver, sí sus rastros, huellas y madrigueras y mi último tramo fue como siempre, la celebración pre llegada a la meta, donde me esperaba mi hijo que la hacía un poco más especial (perdón Davianty).



Las cosas que no cambian es con el hambre y ganas de comer hamburguesas que termino las carreras. Antes de llegar al hotel tuvimos que hacer una parada.



Soy dichoso que puedo hacer estas carreras, pero mucho más que las personas me atrevo a pedirles el inmenso favor de acompañarme a sufrir y aburrirse por tantas horas por mí, lo hacen con tanto amor y entrega. No puedo agradecerle lo suficiente a Davianty y José María el excelente trabajo que hicieron.




JLM

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